El hombre que de pequeño se construyó su propio “molinico”

El fallecimiento de Domingo ‘El Molinero’, creador del Grupo Al-Cadi, ha dejado una gran huella en La Alpujarra, concretamente en Cádiar, donde sus vecinos recuerdan a un hombre bondadoso, generoso y de buen humor

El pasado domingo día 28 falleció una de las personas más queridas de Cádiar. Domingo Reinoso, más conocido como Domingo ‘El Molinero’, creador del Grupo Al-Cadi (grupo que nació para representar a su pueblo en la primera edición del Festival de Música Tradicional de La Alpujarra) y persona entregada a su pueblo. Con su bondad, generosidad, paciencia y buen humor se ganó a todo el mundo que le rodeaba.

Domingo ‘El Molinero’, que en septiembre cumpliría 95 años, ya fue homenajeado en vida el 11 de agosto del pasado año por la Asociación Al-Cadi y por el Ayuntamiento de Cádiar.

Tras su fallecimiento, han sido muchas las muestras de cariño y pésame a Domingo y su familia. De todas ellas queremos destacar las palabras que su sobrino Pepe García:

Mi tío Domingo… In Memoriam

Acabo de llegar de la misa de St. Pere en la iglesia de Bigues, cuando me dice mi Antonio que ha muerto mi tío Domingo. ¡¡Me quedo de piedra!! Descanse en Paz, es lo primero que me viene a la mente. Los recuerdos, tantos y tan buenos, se agolpan en mi memoria. ¿Qué puedo decir yo de mi tío, que la gente que lo conoció y trató no sepa?, bueno, pues en estas horas cargadas de emociones y de esperanza, intentaré explicar un poco cómo era mi tío, el hermano más pequeño de la amplia familia de mi madre. Hace un momento, también, hablaba con mi primo Antonio, su hijo, y eso hemos estado comentando, el privilegiado regalo de la Vida al hacernos descendientes y miembros de una buena familia de Cádiar. Uno puede escoger los estudios, los trabajos, las parejas… pero la familia no la podemos escoger. Cada cual tiene la suya y en nuestro caso tuvimos la gran suerte de nacer en el seno de una de esas familias buenas.

Cuando yo nací en 1955, mi tío Domingo tenía 27 años y como es natural lo recuerdo desde que tengo uso de razón. Desde entonces admiré su bondad, su generosidad, su paciencia, su inteligencia, su buen humor, su grandeza humana. Él tuvo la inteligencia de su madre, mi gran abuela «María la Molinera» y la bondad y la paciencia de su padre, mi abuelo Paco. Fue un niño querido por sus padres y por sus hermanos. Mi abuela contaba, que con menos de 7 años, había muchos ratos que «desaparecía» discretamente. Mi abuela lo observaba y decidió averiguar dónde se metía. Lo siguió sigilosamente y cual fue su sorpresa al comprobar que en aquellos «ratos perdíos» había construído un molino, copia exacta del de sus padres.

Aprovechando el chorrillo de agua y un hueco de un balate del caz, había hecho el rodezno de maderas viejas y como piedras, había puestos dos yesones primorosamente trabajados para darles las formas redondas, tenía su tolva para echar el grano y hasta su «sonajero» para avisar cuando éste se acababa. Con el chorrillo de agua, sabiamente guiada hasta el rodezno ¡¡el molinico funcionaba!! y daba vueltas. Una muestra precoz de la inteligencia del niño que tanto desplegaría a lo largo de su vida, con la música, la agricultura, el molino, la fontanería y la albañilería, entre otras muchas aficiones y trabajos.

Después se casó con la tita María Alcázar y fueron una pareja ejemplar que compartieron sus vidas más de medio siglo y siempre se respetaron y se amaron. La muerte de la tita María creo que no la superó nunca y aceleró la suya.

Entre tanto bueno como tendría para contar, sólo decir que cuando teníamos algún problema y el tite Domingo llegaba…. ¡¡todo entraba en vías de solución!! aquel halo de paz y santidad que le acompañaba era como un bálsamo que curaba todas las heridas y aliviaba todos los pesares. Sólo estando con mi madre y con él, he sentido lo que explico. Porque los dos tenían una bondad natural, limpia y sin recovecos. Cuando algún domingo o día de fiesta le preguntaba a mi madre que qué pensaba guisar, me decía: ay, si el tite Domingo se acordara de nosotros y nos trajera un conejico…. y cuántas veces, que no fueron ni una ni dos, como por ensalmo milagroso, aparecía el tite por la cuesta de nuestra casa que daba al caz con un saco al hombro y un conejo dentro para que hicieramos un arroz o un asaíllo. ¡¡Qué cosas!! El tite y mi madre fueron dos hermanos que se querían muchísimo, jamás tuvieron rifirrafe alguno y siempre se ayudaron; dejándonos un ejemplo de lo que tiene que ser «un amor de hermanos», como mi abuela decía.

Cuando yo trabajaba en una fábrica de menaje de cocina y como encargado de producción tenía más de 40 personas a mi cargo, cada una de su leche y condición, como yo mismo, claro. Cuando había algún problema gordo en la fabricación, debido a la desidia, el pasotismo o las pocas ganas de trabajar de algunos operarios, siempre pensaba: ¿y ahora qué haría mi tío Domingo? y cuando otros encargados o responsables me sugerían que castigara al autor del desaguisado, me salía al patio, me daba algunas vueltas y ya entraba con los ánimos más calmados. Nunca castigué a nadie y cuando me preguntaban que por qué no lo había hecho les decía: dadle gracias a mi tío Domingo, que si no…. se os iba a caer el pelo.

En estas horas de recordar tantas vivencias compartidas, pienso que el mejor homenaje que le podemos hacer es intentar ser como él había sido: ayudar a todo el mundo, respetar todas las opciones políticas, religiosas, sociales, raciales. Perdonar a quien nos haya podido ofender y pedir perdón también cuando hayamos podido meter la pata. Ser, en definitiva, buenas personas, porque haciéndolo podremos tener una vida más feliz y más rica, como la que mi tío vivió y llevó toda su vida.

Hace más o menos un mes, hablé por última vez con mi tío, que pese a los achaques de su edad conservaba una lucidez envidiable:

-Me estoy apagando como un candil, Pepe. Me dijo y no se equivocó.

Por último, recordar y hacer mías aquellas palabras que «La Pintá», una gitana canastera de Cádiar dedicó a su madre, mi abuela María, estando de cuerpo presente en el Molino:

-Ha zío tanto lo muncho y güeno que has jecho por los probes y por t´ol mundo: que ahora estarás ¡¡ezpatarrao en la Gloria!!

Que así sea, Amén.

Fotografía de archivo realizada por Fernando Utrilla.