La Placeta de Santa Ana de Lanjarón festeja a la madre de la Virgen María

Este municipio de La Alpujarra, el primero que apostó por el turismo, posee un interesante patrimonio religioso de gran importancia, magnitud y diversidad


Es costumbre desde hace centenares de años de hacer un altar junto a la hornacina que existe en la Placeta de Santa Ana de Lanjarón, para festejar a la madre de la Virgen María. El altar es velado por la noche y suele ser visitado por muchísimos lanjaronénses, turistas y visitantes. De montar el altar se ocupa desde hace muchos años Isabel Férnández Chánes. Este año le ha ayudado Antoñita ‘La Perejila’ y Cándida López ‘La de la tienda’, nacida en Murtas y residente en Lanjarón desde hace muchos años. Otras vecinas han puesto también su granito de arena y han participado en el velatorio nocturno. Los allí reunidos al fresquito degustaron buñuelos y tortas con chocolate. De vez en cuando el público calmó la sed con agua de la famosa fuente de la Placeta de Santa Ana.Lanjarón es un pueblo acogedor y profundamente religioso. Lanjarón dispone de decenas de hornacinas, estuches religiosos de madera que van de casa en casa, y un ramillete de ermitas desde tiempos inmemoriales. Así la hornacina de ‘El Farolillo’ conserva en su interior una imagen del Cristo de la Expiración en la entrada de la antigua calle del Barrio Hondillo. Existe otra a pocos metros dedicada también al Cristo de la Expiración. En el último recodo de la Cuesta de Salinas permanece la imagen del Corazón de María o también llamada por todos sus vecinos como la Virgen Hondera.


En la Placetilla Colorá está la hornacina de la Virgen del Carmen, existiendo otra con la imagen de esta Virgen en la preciosa calle que lleva su nombre. En la calle Piedra del Castaño recibe su aposento el Ecce Homo y justo al lado se encuentra otra hornacina con la Virgen de las Angustias. En la calle de la Virgen del Pilar y en el pórtico de la casa cuartel de la Guardia Civil se encuentran las imágenes de la Virgen del Pilar. Sobre el portalón de la calleja del Pilar queda la Señora. Existen también hornacinas en honor a la Santísima Trinidad.


Además, y entre otras, el turístico pueblo de Lanjarón, famoso por sus aguas, balneario, hoteles, festejos… cuenta con las hornacinas dedicadas a Santa Ana, a la Virgen milagrosa de la calle Las Moraledas, con la imagen de la Milagrosa. Las hornacinas de San Rafael y un ramillete de hornacinas dedicada a San Antonio entre callejuelas pinas y recodos apacibles y relucientes. Además, San José no podía faltar en su hornacina.


Cuentas los viejos de este lugar que cuando la epidemia del cólera sirvieron como protección los santos San Sebastián y San Roque, pues cada ermita se encuentra escoltando el pueblo, existiendo otra ermita donde en su día se va de romería para festejar a San Isidro Labrador. Lo mismo pasa cuando llega el día de la Virgen del Pilar, la gente hace sus mandas y se dirige para velarla y darle las gracias por los favores concedidos


Sobre el crestón del Tajo Colorao existe una ermita con su cruz. Todos le llaman el Tajo de la Cruz, en el paraje y viejo camino hacia La Alpujarra. Antiguamente las caravanas que no querían entrar en el pueblo hacían camino por Los Cortijuelos, cruzaban el río por el Puente Bajo y repechando ganaban el Puerto del Visillo, donde acechaban las ‘brujas’ prestas al asalto de caminantes perdidos entre fragas y espesuras nocturnas.


En el siglo XVIII se puso la cruz sobre el tajo y su presencia desintegró la jauría diabólica. Aunque pronto se reagrupó enjambrada en el corte de Las Majaíllas, estribo y contrafuerte del Carrajón de la Chaparra. Lanjarón conserva como oro en paño para cada ermita y hornacina su salve y su canción, siendo visitadas y cantadas a media noche en las vísperas de la Virgen del Rosario y San Sebastián.


Las hornacinas, ermitas y la iglesia de Lanjarón constituyen uno de los atractivos turísticos más singulares de Lanjarón y convierten su ubicación en un interesante itinerario para los vecinos, turistas y visitantes, al poder comprobar los elementos artísticos e históricos de cada elemento. Sobre la mayoría de las hornacinas existen también leyendas y anécdotas por los milagros y favores concedidos. Esos pequeños santuarios han sido a juicio de los viejos del lugar verdaderos protectores contra epidemias y plagas.


En Lanjarón existen también estuches de madera con cristal y con la imagen de la Virgen Milagrosa que va de casa en casa. Era y sigue siendo costumbre ponerle una vela y algunas flores y echarle alguna moneda en su hucha antes de pasarla a otra morada. En Lanjarón, el ebanista Miguel Ángel Orantes realiza estuches por encargo. Y lo mismo le pasa a la familia Craviotto de Albuñol que hace toda clase de encargos.


Antiguamente una promesa importante era la de vestir un hábito durante el resto de la vida o durante un periodo de tiempo. El de Santa Lucía era de color rojillo, el de la Virgen del Carmen, marrón, y el del Padre Nazareno, morado. Ese traje normalmente constituía también su mortaja.


Antes mas que ahora era costumbre no acostarse sin hacer la señal de la cruz, santiguarse al salir de casa o al pasar por delante de una iglesia. Los escapularios eran, y son, pequeñas estampitas con imágenes religiosas, atadas con unos finos cordones que alguna gente lleva colgados en su cuello. Lanjarón es pueblo de tradiciones. Su patrimonio religioso es digno de conocer a fondo. Su iglesia es una de las más importantes de La Alpujarra. Lanjarón es el pueblo de La Alpujarra con más fiestas religiosas y con más hornacinas de la comarca.