La festividad de la Virgen del Carmen cobra protagonismo en La Alpujarra granadina y almeriense

Esta fiesta se celebra el día 16 de julio porque, según la tradición carmelita, justo ese día en 1251 la Virgen del Carmen, patrona de la Armada Española y del mar, conocida como ‘Estrella de los Mares’, se apareció a Simón con un escapulario y le dijo: “Esta es la señal de protección que te traigo. Todo aquel que muera llevando este santo escapulario, no verá las llamas del infierno”.

Son muchos los pueblos de La Alpujarra granadina y almeriense que celebran sus fiestas en honor a la Virgen del Carmen, Algunos de estos pueblos son: Castell de Ferro; La Haza Mora, de Albuñol; Adra; Bentarique; Huécija; Melicena (anejo de Sorvilán); Río Chico, de Berja; La Mamola; Los Montoros (aldea de Ugíjar); Los Yesos (anejo de Sorvilán); La Rábita, etcétera.

En Lanjarón existe la costumbre de velar la imagen de la Virgen de Carmen en un altar montado en el pueblo. Como ocurre desde hace muchísimos años en Lanjarón, una imagen de la Virgen del Carmen que durante todo el año permanece en una hornacina ubicada en la fachada de una céntrica vivienda cercana a la Plaza de Santa Ana, será sacada y colocada en un precioso altar para celebrar su festividad. La casa donde se encuentra la hornacina pertenece a la familia Fernández. Hace unos años montaron el altar Juan Fernández y su primo hermano Juan González, igual que lo hicieron sus antepasados durante mucho tiempo con la ayuda de otros vecinos. En la iglesia de Lanjarón también se venera por la tarde a Nuestra Señora del Carmen.

El pasado año la encargada de montar el altar, custodiarlo y velarlo fue la entrañable y admirable Isabel Fernández Chanes. Ella indicó “yo como vecina que soy de la hornacina de la Virgen del Carmen de Lanjarón me he ofrecido a hacer el altar. Antes participaban en ello todos los vecinos, incluidos los dueños de la casa ya desaparecidos: María Luisa y su madre Encarnación. También participaban Esperanza, Encarna, Araceli, etcétera. Este año de 2021 lo he montado yo solica. Eso sí, una sobrina mía que se llama Rosa, me ha echado una mano para poner la tela y las ‘cuatro’ cosillas. Algunas de las macetas del altar son mías. También me ha acompañado durante el velatorio mi vecina Concepción Álvarez Mérida, de 92 años de edad. Esta mujer es un primor de persona. De aquí a nada, se realizará otro altar junto a la hornacina de la Plaza de Santa Ana para también venerarla. Se montará el día 25 para velarla durante la noche y para que la gente la visite en su onomástica. Yo también colaboro en hacer el ese altar. En esta y en otras tareas me acompaña ‘Perla’, mi fiel e inseparable perrilla que la quiero mucho. Lanjarón posee infinidad de hornacinas centenarias. Antes se hacían para estas fiestas roscos fritos, pestiños y jallullos. Los velatorios duraban toda la noche, ahora no tanto, tan solo unos pocos hacemos lo que se hacía antes para que no se pierda la tradición”.

Desde el tiempo en que el santo profeta Elías se refugiaba en el Monte Carmelo, fueron muchos los santos ermitaños que florecían en aquel lugar. Cuando el Rey Luis de Francia fue a Palestina a conquistar los Santos Lugares, encontró a varios de estos piadosos carmelitas y les pidió que le acompañaran a su país. Fundaron su primera ermita a una legua de Marsella, en un lugar llamado Aigallades. Otros tomaron el camino de Inglaterra, donde ya era célebre por su santidad Simón Stock, que se había retirado a un desierto a los 12 años de edad. Se sustentaba sólo de raíces e hiervas y tenía su habitación y su oratorio en la concavidad de un viejo tronco donde sólo podía estar en pie. Por esta razón se dio a este santo el sobrenombre de Stock, que en lengua inglesa quiere decir tronco.

Era Simón devotísimo de la Santísima Virgen y se asegura que muchos días le visitaba la Señora en su desierto. Cuando ya hacía 30 años que llevaba aquella angélica vida, tuvo noticia de la llegada de los santos eremitas del Monte Carmelo. Pues bien, ingresó en su Orden y llegó a ser Superior General, no sin antes haber hacho la peregrinación a Tierra Santa. Un día, la Santísima Virgen se le apareció con un escapulario en la mano, anunciándole que aquella era su divisa y que quien tuviere la dicha de morir con ella no padecería el fuego eterno. Desde entonces, los hagiógrafos describen los prodigios que ha obrado el escapulario: ha servido para apagar incendios, para escapar de la muerte en los naufragios o para detener la violencia del rayo y también las balas de las armas enemigas. Se ha visto a muchos que, precipitados en espantosos despeñaderos, se mantuvieron como péndulos en el aire, sostenidos por el escapulario asido a la punta de un peñasco. Por virtud del santo escapulario han desaparecido fiebres mortales y se han disipado violentas tentaciones.

Sabiendo muy bien que la Santísima Virgen que las más hermosas devociones no son estimables mientras el Papa no las autorice, la Soberana Reina se apareció al Pontífice Juan XXII, dándole a conocer los privilegios de esta devoción. Más de 500 años hace que se estableció esta devoción al Santo Escapulario y cada día se extiende y aumenta más en muchas naciones con inmenso provecho de fieles.