La abuela de Fondales se llama Dolores López y tiene 88 años

Su marido fue Guardia Civil, sus cuatro hijos también son de la Benemérita Institución, y varios nietos desean seguir los pasos de sus progenitores

Dolores López Ramón es la abuela de Fondales (anejo del municipio alpujarreño de La Taha). Ella tiene 88 años y dentro de poco cumplirá los 89. Su mirada revela todavía la intensidad y ternura de su infancia. Su padre fue Antonio López Salguero y su madre Isabel Ramón Torres. Este matrimonio tuvo cinco hijos: Piedad, que murió a los 94 años; Sebastián, que tiene ahora 94 años y reside en Ganada capital; José, que tiene 93 años y también vive en Granada; y Encarna, de 86 años, que reside en Mecina. Estos hermanos tan longevos suelen juntarse mucho en su terruño de Fondales, uno de los pueblos más preciosos, tranquilos y auténticos de la comarca de La Alpujarra.

Dolores pudo aprender a leer, escribir y hacer cuentas en la escuela de Fondales, instalada en un salón de sus abuelos. La escuela mixta se creó en Fondales al finalizar la Guerra Civil. Doña María fue la primera maestra que tuvo este centro. Ella dio clases a más de una treintena de niños y niñas. Dolores ayudó a su madre en las faenas de la casa. También ayudó a criar los animales: cerdos, gallinas, conejos, cabras, etcétera. Además su familia poseía un horno de pan. Las mujeres acudían a amasar en este lugar a cambio de uno o varios panes, según la harina gastada. Asimismo esta familia tenía una finca muy buena que le proporcionaba muchos frutos.

Dolores y José Montero Álvarez, también de Fondales, estuvieron once años de novios porque no tenían casa para vivir. José, fallecido hace menos de dos años, entró en el cuerpo de la Guardia Civil y residieron en Figueras, Córdoba y Fuente Ovejuna. Sus cuatro hijos ingresaron en la Guardia Civil. Dos de sus siete nietos quieren ser también de la Benemérita Institución. Dolores aprendió también a coser y cocinar a corta edad. En su casa se confeccionaba toda la ropa. Cuando se celebraban las fiestas solían estrenar esta familia algunas prendas. La luz eléctrica, de no muy buena calidad y potencia, la producía una fábrica situada en el término de Ferreirola, junto al río que nace en Trevélez. La ermita es antiquísima, Joaquín, cuñado de Dolores tuvo una taberna. En aquellos tiempos todo el mundo labraba la tierra y tenía animales. Solo se mercaba en la tienda azúcar arroz y poco más. Entonces funcionaban ‘Los Baños de Panjuila’.

Cuando en otros tiempos la gente de Fondales quería ir, por ejemplo, a Granada capital, lo hacía en vehículos de viajeros de la zona llamados ‘piratas’. Entonces la gente tenía que ir andando a Pitres, porque no existía carretera. La de Mecina Fondales se hizo en 1945. La gente de Fondales tenía que ir al médico a Pitres y a la farmacia a Pórtugos. Los caminos de herradura eran empinados y no muy buenos, de alta montaña. La carretera llegó a Trevélez a principios de los años cincuenta de pasado siglo según recuerda Dolores. En Fondales cuando Dolores era joven se iba a por agua a la fuente con cántaros. Las mujeres lavaban la ropa a mano y de rodillas en el lavadero y antes en el río. En Mecina, el pueblo de un poco más arriba de Fondales, se celebraban los casamientos y las misas, como pasa ahora. En la casa de Dolores se rezaba el santo rosario todos los días. Las mujeres de la casa hacían punto con lana alumbrándose con un candil. El padre de Dolores hacía pleita con esparto. Entonces nevaba mucho en esta zona. La gente vivía más en familia.

A Dolores nunca se le olvida lo que pasó su familia y otras personas de su pueblo durante la Guerra Civil. “En Fondales estaban los nacionales y el frente se encontraba muy cerca, en la cara de enfrente. Yo tenía al empezar la contienda tres años. Yo soy niña de la Guerra Civil. Recuerdo que los republicanos o ‘rojos’ nos disparaban mucho. A uno de mis hermanos le dieron un tiro en una pierna. A un niño de Mecina y a otro de Pitres los mataron. A ni hermano se lo tuvieron que llevar a Granada capital para que lo curaran. Él se encontraba con otro hermano mancajando en un bancal cuando intentaron matarlo. Mi padre trabajaba en Córdoba y mi madre tuvo que ir a la capital con mi hermano herido. Entonces los demás hermanos nos quedamos solos a expensas de mis abuelas y mis tíos. La inmensa mayoría de los vecinos de Fondales huyeron a otras partes. Nosotros también dejamos el pueblo y nos instalamos en Capileira. Después nos trasladamos a Córdoba com mi padre hasta que terminó la guerra. Después volvimos a nuestra casa de Fondales y la encontramos destrozada por completo. Lo perdimos todo. Menos mal que gracias a Franco nos dieron un mulo, nos proporcionaron una cosecha y ayudaron. A los 50 años de la Guerra Civil pude volver a ver a un soldado que me cogió en brazos en Capileira y que ya era subteniente de la Guardia Civil, un cuerpo que amamos y sentimos mucho nuestra familia”, terminó diciendo la entrañable y admirable Dolores López.