Nace un movimiento para salvar el patrimonio de La Alpujarra
La Fundación Patrimonio Alpujarreño pretende volver a poner en valor las construcciones históricas de la comarca empezando por sus iglesias
La Alpujarra cuenta con un gran patrimonio histórico y cultural de incalculable valor. Si bien es verdad que uno de los problemas que está dejando la despoblación en zonas rurales como ésta es la dejadez de las muchas edificaciones existentes en numerosos rincones de la comarca. Muchas iglesias, castillos, torres, fortalezas… están deteriorándose con el paso del tiempo.
Con intención de poner en valor y evitar la muerte lenta de muchas de las construcciones históricas de la comarca nació hace un par de años un movimiento que pretendía salvar el patrimonio de La Alpujarra. Movimiento que contribuyó, entre otros, a salvar la iglesia de Busquístar. Pues ahora ese movimiento se ha visto reforzado con el nacimiento de la Fundación Patrimonio Alpujarreño, promovida por José Jiménez, desde la que se trabaja minuciosamente en darle a la comarca el valor patrimonial que se merece y que nunca debió haber perdido. Jiménez, nacido en Suiza y de padres de Jorairátar que emigraron, señala que “siempre he estado enamorado de Granada y de su maravillosa Alpujarra”.
De momento están haciendo un trabajo de catalogación y recopilación del estado de las Iglesias de La Alpujarra e irán trabajando una por una. También están en contacto con el Arzobispado de Granada. La primera edificación eclesiástica que pretenden rehabilitar, la que consideran “más peligrosa”, será la de la Ermita de San Gabriel de Jorairátar en Ugíjar, que se encuentra “junto a casas adosadas, con su torre a punto de caer y en pleno centro del pueblo”. Desde la Fundación ya cuentan con un informe elaborado por un arquitecto en el que se relata el estado actual de ruina de la Ermita.
Jiménez señala que “no puedo aceptar que este patrimonio histórico, propiedad de la iglesia, lo dejen morir de esa manera, es una traición a la fe de la gente que ha contribuido dando dinero y trabajo gratis”. José se ofreció él mismo en 2017 “a comprarle la Ermita al arzobispado y financiar su rehabilitación completa para destinar el monumento para diferentes eventos y ponerla a disposición de los vecinos del pueblo, pero he perdido mucho tiempo con correos, teléfonos y citas, todo esto sin ningún resultado porque la verdadera voluntad” asegura, “es la de no hacer nada”.
Después será el turno para la iglesia de la pedanía de Cojáyar (Murtas), en la que debido a su mal estado las ceremonias religiosas, misas y demás se están realizando en la misma puerta de la iglesia, en la calle. Edificaciones que debido a su mal estado, además de la pérdida de patrimonio, suponen un claro peligro para la población. Desde la Fundación se está solicitando ayuda a la gente de los pueblos, “que nos informen del estado de las iglesias que están cerradas por estar en ruina o que presenten algún peligro de derrumbe”. Se facilitan las imágenes desde la página de Facebook Iglesias de La Alpujarra y Me Duele La Alpujarra.
La recién nacida Fundación cuenta con el respaldo de otros movimientos de la zona como el de Alpujarra es Cultura. Su promotor, Carlos Miralles, asegura que “ya tenemos el compromiso de particulares e instituciones para su recuperación, gente que está dispuesta incluso a gastar dinero de su bolsillo para recuperar nuestro patrimonio”. Además, añade, “los trabajos de rehabilitación supondrán trabajo para el pueblo, y de paso un espaldarazo al turismo de la zona”.
Desde la Fundación pretenden ir más allá, cuando finalicen con la recuperación de las iglesias de la comarca, continuarán con demás infraestructuras tales como castillos, torres, fortalezas… “Tenemos que poder movilizarnos y demostrar que tenemos la energía suficiente para responsabilizar a los dueños de los edificios y los que tengan el compromiso de rehabilitarlos o de venderlos, y esto solo se conseguirá si se hacen las cosas de la manera correcta”, añade el promotor de la Fundación Patrimonio Alpujarreño.
Jiménez hace hincapié en que “lo importante es que la gente esté informada de lo que sucede en los pueblos que poco a poco se ven abandonados”, e incide en que “cada dueño es responsable de su bien y tiene la obligación de mantenerlo igual que su casa particular, así como que los Ayuntamientos son responsables de comunicar a los dueños y en su caso obligarles a poner solución”.