El día de la Cruz de Pampaneira
Las transformaciones de las fiestas locales
En la primavera, las fiestas de las cruces tan destacables de la provincia de Granada coinciden con las fiestas locales del municipio de Pampaneira, ubicado en el Barranco de Poqueira, en la Alpujarra Alta. Las fiestas de las cruces tienen su origen en la veneración de la cruz como símbolo del cristianismo, al espíritu de Jesús y a él como hijo portador de vida, agua y buenas cosechas. En el caso de Pampaneira, el día de la Cruz como fiesta local ha tenido sus particularidades. Desde siempre, las vecinas y vecinos pampanurrios han venerado a su patrón San Blas en el día de la Cruz en la solemne eucaristía y la procesión que pasa por las calles del pueblo.
Como antropóloga, a través de la memoria oral de las vecinas y vecinos, descubro elementos que hoy día se han disuelto y/o transformado en el tiempo. Me explican que en los años sesenta el día de la Cruz en Pampaneira marcaba el cambio del invierno al verano y muchas familias cambiaban su residencia del pueblo a los cortijos. Suponía que las casas cambiaban su decoración y para ello, se limpiaba, blanqueaba y cambiaban elementos decorativos de una estación a otra. Las paredes del interior se decoraban con cenefa de papel entre el techo y la parte superior de la pared. En las puertas de las casas se colocaban mantillas, muchas de ellas elaboradas con gran esfuerzo y cariño para el día de la Cruz. También era el día en que los hombres se arreglaban con sus mejores trajes y sombreros y asistían a misa. Era el día en que las mujeres lucían prendas hechas por sí mismas para las fiestas de su patrón y la santa virgen. Algunos niños se vestían de diablillo por el pueblo, jugando, brincando y limpiando los zapatos de la gente con un trapillo. Otro día se vestían con vestidos y zapatos nuevos, la mayoría hechos también por sus madres o familiares cercanas. Las cocinas eran un espacio fundamental ya que se preparaban roscos al horno – que eran muy delicados porque lo mismo que crecían, tendían a aplanarse-, mantecados y demás. En cada familia se cocinaba un plato especial: algunos comían choto, otros gallinas, otros conejo… Las vecinas destacan que nadie se quedaba sin probar alguno, ya que, igual que ocurría en las matanzas, si algún vecino no podía hacerlos por cuestiones económicas, los y las vecinas compartían sus roscos, mantecados e incluso parte de sus matanzas con quienes no tenían dinero, o también a quienes estaban en duelo. La llegada de los músicos, además, suponía que cada año le tocaba a alguna casa el acoger y alimentar a uno de ellos, como también pasaba con la llegada de los civiles. Esto también podía ocurrir con el cura si no tenía donde alojarse, el cual, estuviera donde estuviera, madres y abuelas mandaban a las niñas llevarle una cestita de dulces. Las vecinas también me explican que recuerdan a los muchachos anudar lazos para guardarse el sitio para llevar el santo, nada que ver con la realidad actual. El día de la Cruz significaba tres días de festividad local, peo también de mucho trabajo y complicidad comunitaria de todos los vecinos y vecinas de Pampaneira.
Una práctica clave de todas las fiestas, sobre todo en el día de la Cruz, fueron los singulares bailes en los terraos. Pampaneira se encuentra ubicada en la ladera del barranco de Poqueira, de modo que su arquitectura se ha adaptado al entorno, como también ocurre en otros pueblos de la Alpujarra, pero sobre todo en sus municipios vecinos de Poqueira, como Bubión y Capileira. La singularidad arquitectónica de estos pueblos nos muestra una estructura escalonada de las casas y las calles, de manera que los terraos y tinaos sirven de algún modo de contrafuerte, como me explicó Nacho, vecino de Pampaneira. La vida social del municipio se ha desarrollado de manera práctica en los terraos hasta hace pocas décadas y de forma distintiva a otros pueblos. Además de usarlos para el secado del maíz, tender, coser o incluso realizar alguna actividad escolar, los terraos se convirtieron en escenarios de las fiestas familiares y locales. En el día de la Cruz, vecinas y vecinos recuerdan con gran emotividad los bailes en los terraos, lo cual generaba un espectáculo sonoro y visual muy emocionante para todos ellos. Con las vecinas, estuvimos buscando fotografías de esos bailes en terraos, pero no encontramos apenas nada, por lo que una de ellas refirió: “es normal que no haya, porque la gente no estaba pendiente de hacer fotos, sino que todo el mundo estaba bailando”.
Hoy en día los bailes en los terraos ya no se llevan a cabo. Al preguntar a la población local, pocos recuerdan el motivo, atribuyéndolo quizás al peligro que pudiera suponer, aun cuando ellos mismos, acostumbrados, no se caían prácticamente nunca. Indagando en los acontecimientos políticos del periodo con las vecinas del pueblo, una de ellas refirió a las limitaciones de entonces por parte de la Iglesia. Bajo el nacionalcatolicismo, el régimen franquista intervino no sólo en el calendario festivo a escala nacional, sino en los modos de celebrar las fiestas locales. Más evidente que simbólico, las relaciones de poder se hicieron evidentes en esas intervenciones por parte de la autoridad política y religiosa del franquismo. Estos cambios impuestos supusieron para muchos, una pérdida sin alternativas. Un continuum de decretos suprimieron festividades consideradas subversivas y paganas, como el 14 de abril y su conmemoración de la Segunda República, el 1 de Mayo como fiesta obrera o también los carnavales, mientras que de forma paralela se establecieron nuevas festividades como la del Trabajo Nacional o de Exaltación del Trabajo, como refiere Enrique Antuna en su estudio de caso asturiano. Además, el considerar la fiesta popular como tradicional posibilitaba no sólo la necesaria autorización por parte del Gobierno sino también su intervención.
Mientras que los pueblos adscritos a la diócesis de Sevilla quedaron prohibidos del baile agarrado por impúdicos, inmorales y deshonestos, en Gijón, la Virgen sería venerada de manera menos pagana bajo buenas normas de moralidad y costumbres. En Euskadi, los txitarrillos bailados eran impensables. Pampaneira, entiendo, no quedaría impune a la imposición de esta nueva moral, lo cual nos explicaría la pérdida de los bailes en los terraos. No obstante, también hay que mencionar que los cambios arquitectónicos en el pueblo supusieron otra transformación: si bien antes la celebración podía ser familiar o popular en los terraos, casas y calles, el tapado de la acequia que pasaba por la actual plaza de la Libertad –frente a la Iglesia– supuso la centralización de todas las fiestas en ella, a excepción de las procesiones, pasacalles y el recorrido de la banda por el pueblo, cuyo encanto está precisamente en ese caminar las calles.
Conchi G., la primera vecina que entrevisté, me explicaba: “Venía la banda de música, entraban aquí, empezaba yo a bailar con la banda y… y ya me iba yo con la música, nos íbamos para la casa de mis hermanas y salíamos todas por ahí hasta arriba con la banda. Cuando terminaba, bajábamos a la plaza… Mira, iban más mujeres bailando con la banda que músicos tocando”. En este sentido, las vecinas también recuerdan más vida social previa al éxodo rural de los años sesenta y a la despoblación que a día de hoy tanto afecta y nos preocupa de los pueblos. De las palabras de Conchi, también quiero destacar su referencia a la presencia de las mujeres en el espacio público y festivo de Pampaneira. A diferencia de la mayoría de los pueblos de la época, la presencia de las mujeres en los espacios públicos no era algo mal visto. Al conocer en profundidad el municipio a lo largo de mis prácticas de Campus Rural 2022 como antropóloga, me di cuenta de que Pampaneira se siente distinta en cuanto a su mirada inclusiva y con perspectiva de género desde hace décadas. En una de mis últimas visitas recientes, Angie me recordaba el respeto, e incluso admiración, que tenían las vecinas y vecinos a sus amigos homosexuales que llegaron en el periodo de la transición al pueblo. Mientras que en las capitales sufrían discriminación, en los ochenta en Pampaneira no encontraron esos prejuicios en la vida pública del municipio. Así me lo han contado varias de sus vecinas, cuya explicación se remonta al hecho de que hubiese mujeres dirigiendo sus propias tabernas, lo cual favoreció que las mujeres fueran al bar igual que los hombres. En la actualidad, Pampaneira se declara como municipio orgulloso mediante la promoción y el apoyo a la difusión de la cultura y el arte con temática LGTBI.
En los últimos años, la festividad local se ha transformado al ritmo de los nuevos tiempos, con menor población, mayor turismo, pero la misma implicación y emoción por parte de sus vecinos. Esto es evidente al observar la dedicación de las Mayordomas y Comisión de Fiestas, quienes se encargan de la organización y gestión de las fiestas con apoyo del ayuntamiento y agradecen la colaboración de las vecinas y vecinos para que las fiestas puedan llevarse a cabo año tras año. Como se ha podido disfrutar también en esta ocasión, la festividad se inició con la Diana floreada y la banda se música, seguida del repique de campanas, la solemne eucaristía al patrón, la procesión, pasodobles en la plaza, colchones hinchables, tapeo, verbena musical, bingo y rifa, hasta la noche. El día siguiente de la Cruz, aún en fiestas, se lleva a cabo el entierro de la Zorra, una actividad festiva muy común en varios municipios de La Alpujarra.
En motivo de los movimientos de población nacionales del éxodo rural que también han afectado al municipio, en el mes de agosto se llevan celebrando las fiestas de la Cruz para sus emigrantes. De esta manera, el pueblo vuelve a celebrar el día de la Cruz para que sus vecinos del verano no pierden la conexión y diversión con su pueblo. Este fenómeno ha ocurrido en muchos pueblos de la provincia pero también a nivel nacional, de modo que los movimientos poblacionales también influyen en las nuevas formas de festividad y de celebración de lo popular y tradiciones. Para las vecinas que residen todo el año, la fiesta oficial es la que más gusta. Para aquellos que no pueden estar, se conforman y emocionan con poder revivirla el segundo fin de semana de agosto.
En definitiva, no deja de ser paradójico que fuera la propia Iglesia la que prohibiese la realización de actividades lúdicas en el periodo franquista, aun cuando la población local veneraba a la Cruz, Jesús y San Blas a través de su festividad. En algunos casos, los cambios vienen impuestos, como el dejar de bailar en los terraos. En otros, el tiempo y los cambios sociales y culturales, además de los ambientales, marcan sus ritmos, necesidades y nuevas formas de hacer, locales y globales. Lo que sí queda claro en la fiesta local de Pampaneira, sea la de mayo o la de agosto, es que las personas que viven en los pueblos como las que viven en barrios de ciudades, viven y reviven lo popular y local desde una reivindicación de lo propio a través de actividades festivas, estén o no vinculado a la religión, sean o no procedentes de estas. Lo popular sigue poniendo en valor la comunidad que lo celebra al ritmo de los cambios sociales y culturales de su tiempo.